El debate no es si las terrazas se amplían o no, perdonen uds que terciemos en el tema, aunque solo sea por alusiones.
La cuestión es, en nuestra opinión, que el espacio público y sus diferentes usos tiene que ser objeto de debate y acuerdo social.
Como consecuencia de esta pertinaz pandemia se ha revalorizado el uso social del espacio público como lugar de encuentro. A la vez, la presión para su explotación comercial es enorme, ya lo era antes, y es mucho mayor ahora.
Recuérdese que el conflicto ya estaba en la agenda de los problemas de la ciudad antes de marzo de 2020; las quejas por molestias de todo tipo no son de ahora, vienen de lejos, pero es ahora cuando se ha vuelto urgente resolverlo, están en juego la calidad de vida en muchos barrios y el derecho a la salud.
Pretender abordar el “reparto” entre el uso comercial y el uso realmente público de las calles y plazas de la ciudad solo por la “emergencia económica” de la hostelería es simplificar mucho un problema de hondo calado social y de imagen de ciudad. Y hacerlo con nuevos acuerdos provisionales es perpetuar el actual conflicto, renunciar a un ocio saludable y de calidad e ignorar las demandas que plantean los residentes en estas áreas que uds llaman “tensionadas” y nosotros sobrexplotadas económicamente.
Las reservas de Lucía Beamud para ampliar nuevamente, urbi et orbe, la ocupación del espacio público son más que razonables y las compartimos. Conoce de primera mano la gran cantidad de problemas añadidos que conlleva una medida de este tipo.
La ciudad hace tiempo que necesita una distribución más racional y equitativa del uso del espacio público y ahora especialmente se necesita que sea lo más saludable y accesible para todos, viandantes y residentes.
Las terrazas son un elemento muy importante en el disfrute del espacio público y gozan de una amplia demanda social, pero deben ser seguras y tener el menor impacto posible en la vida del vecindario y en la movilidad.
Sin duda, hay que dar facilidades para que bares y restaurantes dispongan de espacios en abierto –por la demanda social y también porque no se ha movido un dedo por promover espacios ventilados y de confianza en el interior–, pero sin los actuales abusos, con un reparto mas equilibrado entre los diferentes usos y con la vista puesta en el modelo de ciudad que entre todos construimos.